Israel Flores Cerezo
En Puebla las primeras batallas del Bicentenario se viven a placer en febrero, entre inundaciones atípicas y hasta sorpresivos meteoritos que enmarcan la lucha encarnizada por la sucesión gubernamental. Y acerca del objeto caído del espacio, menos mal, se dice que un fragmento de Cosmos 2421 cayó lejos de Ahuazotepec. Lejos, lejecitos, allende las crónicas del fin del mundo van haciéndose verdad.
Y una vez que el meteorito, la basura que cayó del espacio, despierta sospecha y elucubración mística, la capital poblana se sacude cotidianamente con cañonazos de corte político. No obstante, el camino a la sucesión apenas comienza.
Menos mal las crónicas del fin de semana, en televisión y prensa escrita, no subrayaron que el miércoles 10 de febrero de 2010, a las 13:30 horas, “un satélite ruso en llamas cayó sobre el atrio de Catedral, tal y como pronosticaron los mayas previo al 2012, año del fin del mundo”… Lo que llaman el final de “la gran cuenta interestelar”.
Y con la idea del fin del mundo, con la caída del no oficialmente OVNI, la paranoia en la Internet se desató en sus prudentes 5 minutos de fama. Los comentarios más extremos van y vienen desde conspiraciones históricas, cuestionamientos severos a programas espaciales de las grandes potencias, hasta la señal de que el fin de la civilización se aproxima con la caída del presunto Cosmos 2421.
Como la explosión cercana a Huauchinango, las visitas de Germán Martínez, Luis Carlos Ugalde, Jorge G. Castañeda, Héctor Aguilar Camín, personajes de la vida pública nacional, fueron un suceso: conferencias, entrevistas especiales y firma de autógrafos incluyeron el kit, principalmente para los últimos dos que presentaron en Puebla su libro “Un futuro para México”.
Sigue fresco el eco de la risa franca que, ante alumnos del Tecnológico de Monterrey, soltó Aguilar Camín difundiendo estadísticas: “el 81 por ciento de la población mexicana cree que es de clase media; viven engañados pero así lo sienten, ser de clase media es una realidad socioeconómica y educativa, una gran aspiración, la gente lo que está diciendo es que quiere ser de clase media”.
También fresca continúa la propuesta de Jorge G. Castañeda, en el mismo Tec, para convertir a México en una sociedad de clase media y, de paso, sincerarse con la audiencia porque no ha entendido la lógica insistir en que México es un país pobre cuando no lo es.
“¿Por qué las cuentas no checan con los coches y las teles que se compran, con los 75 millones de celulares circulando en México; quiénes son los 50 millones de tarjetahabientes, qué me expliquen dónde están los consumidores de ese mercado inmenso que podría ser más grande?”, cuestionaría Castañeda poco antes de comer en un restaurante del Complejo Cultural Universitario de la BUAP, donde más tarde se presentaría otra vez junto a Camín.
Si la supuesta basura del espacio hubiese caído en el atrio de Catedral, a eso de las 13:30 del miércoles como según ocurrió en la frontera con el estado de Hidalgo, muy probablemente el estallido se percibiría hasta el Centro de Convenciones “William O. Jenkins”.
En ese momento, entre los últimos párrafos del 5° Informe del Sistema DIF Estatal, el estallido habría provocado confusión e histeria, principalmente en los guardias que participaron en el grueso dispositivo de seguridad alrededor del acto social: “lo siento joven, no se puede pasar, si quiere entrar tiene que dar toda la vuelta”.
Habría causado confusión entre quienes se reunían a puerta cerrada para acordar quien será al nuevo presidente del Consejo Coordinador Empresarial, que saldrá de la dupla Armando Adama Sosa y Luis Rodríguez Fernández, al relevo de Gabriel Huerta Ortega. Y habría confusión porque en esta “ciudad de paz”, donde el crimen sólo está “de paso”, la cúpula empresarial no podría hablar de un hecho aislado ante los comunicadores: “urge para Puebla un programa emergente de seguridad espacial”.
En la última etapa del sexenio marinista, bajo ardid político y fuego Bicentenario, a las 18:55 horas del martes 2 de febrero ingresaron los mariachis al templo de Nuestra Señora de la Merced, interpretando casualmente uno de los himnos más simbólicos de la centenaria Revolución Mexicana: “cuando nos manda la nación, las nobles armas a empuñar, sentimos nuestro corazón de patriotismo palpitar”.
De entonces a la fecha, desde un atrio perfumado con violeta y romero y una 10 Poniente que vive a años luz de su “novedoso” reordenamiento vial, las primeras batallas del Bicentenario corren a la par de precampañas con delfines evidentes. Así, los aspirantes a gobernar el estado se lanzan ataques venenosos y los estratos más elevados del poder diseñan estrategias bárbaras para imponer su ley.
Y sigue fresco el misil que lanzó el poblano Javier Lozano Alarcón, funcionario federal que suele destaparse a la presidencia por Milenio TV, que en su última visita a esta ciudad remarcó: “Felipe Calderón no tiene la culpa que Puebla esté en los últimos lugares en competitividad, que sea el último estado en procuración de justicia y que perdiera el 70 por ciento de inversión extranjera”.
Y sigue fresca la respuesta de José Antonio López Malo Capellini, titular de la Secretaria de Desarrollo Económico, ante las acusaciones de su homólogo a nivel federal; “que me digan con nombre y apellido cuáles inversiones se fueron”… Y siguen cientos de dimes y diretes, como los de este jueves en Cabildo, cuando los regidores del ayuntamiento de Puebla se trenzaron de forma estéril por el tema de la tenencia vehicular.
Entre meteoritos te veas, el match especial lo seguirán protagonizando Ricardo Henaine Meznher y Francisco Bernat Cid. El primero en pos de la fórmula ideal que envíe al segundo tras las rejas; el segundo con una habilidad impresionante para obtener amparos urgentes, al estilo de los magos que aparecen conejos y palomas de la chistera.
Si el meteorito hubiese caído en el atrio de Catedral, el estruendo llegaría muy claro al corazón del paseo Nicolás Bravo. Posiblemente la bella antorcha que simboliza el fuego Bicentenario, que llegó a esta ciudad el 30 de enero proveniente de Pachuca, hubiese temblado como si tuviera vida.
Quizá temblaría tanto como el corazón de los únicos 75 poblanos que aquella noche, bajo lluvia y frío que antecedieron inundaciones insólitas, grabaron su testimonio ante las cámaras de cuán orgullosos están por ser mexicanos. A la par, Guillermo Jiménez Morales, célebre ex gobernador del estado, era opacado en su discurso por los gritos que pedían beso a unos recién casados sobre el atrio de La Villita.